Que se oigan los gritos
de los pequeños menores
que se rompan las piernas
de los tiranos perdedores
Que la mujer deje
ese ser tan cojo
que no sea cargada
que no sea un estorbo
Que el macho defienda
su derecho de ser dulce
que no se olvide
de recordarse en su estuche
y que las palabras
incluso las mías
ya no sean eso
sino que al fin sirvan
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