“Esta noche cenaremos todos en familia”, de inmediato se prende la televisón y todos se sientan mudos a verla. En el almuerzo estaban tan ocupados con los celulares, que olvidaron el detalle de verse a los ojos entre bocado y bocado. Pero seguramente pronto los humanos tendremos la oportunidad de tener caras de pantalla, a la cual sin ningún problema podremos mirarnos, porque creo que lo que nos molestan son los ojos, las miradas, los lazos, las relaciones reales.
Muy asiduos al Internet, llegamos a casa y nos encerramos en nuestros cuartos, desconectados de los seres mas próximos con quienes vivimos, pero conectados a miles que viven lejos, y es que la tecnología nos ayuda a mantenernos en contacto con los distantes, pero también ayuda a mantenernos distantes con quienes nos conectamos.
Casa: cubículo pacato dividido en sub-cubículos que promueve la vida separada y desconectada de sus cohabitantes, a lo sumo hablando lenguas vernáculas (sin embargo imposibilitados de comprenderse)
Llenos de cosas, carentes de compañía, en lugares repletos de gente. De lenguajes supeditados, recortados, resumidos, tan apurados que ni para las comas ni las tildes hay tiempo, tampoco para hablar ni para verse, a penas para un mensaje, a lo sumo para una llamada perdida que reemplaza ya un encuentro que no pudo ser.
Divididos por naciones, ciudades y casas, pero lo más tétrico es que de lo más mínimo hemos logrado hacer más divisiones, hasta llegar a nuestro propio ser y dividirlo también, vivimos esquizoides: la mente por un lado, el espíritu (a quienes creen que lo tienen) quién sabe dónde, y el cuerpo haciendo algo más.
Será que podremos entender la unidad? Y no hablo de amar al prójimo solo en cuanto en tanto vea en él algún residuo de lo que pudiera ser mi alter ego, o ver en el algo de que lo pueda servirme en algún futuro cercano, emocional o económicamente.
Cómo evitar esta sensación de desasosiego si tendemos al aislamiento casi imperceptiblemente? No por hacer de este espacio un remedio catártico a mis emociones reprimidas, tampoco un desfogue de mis miedos e inseguridades (aunque esos sin temor se dejan entrever en lo que escribo, lo cual tampoco me molesta, me hace percibir como humano ante el lector, cualquiera que este sea, si es que existe).
Este espacio que nada me da, pero me quita (las letras que decido regalar) no ha sido creado para enfurecer, ni para criticar lo que otros hacen con el suyo, sino para sentir que tengo una voz y que puedo aun ser libre en un espacio cercano a mí: mis palabras.
Muy asiduos al Internet, llegamos a casa y nos encerramos en nuestros cuartos, desconectados de los seres mas próximos con quienes vivimos, pero conectados a miles que viven lejos, y es que la tecnología nos ayuda a mantenernos en contacto con los distantes, pero también ayuda a mantenernos distantes con quienes nos conectamos.
Casa: cubículo pacato dividido en sub-cubículos que promueve la vida separada y desconectada de sus cohabitantes, a lo sumo hablando lenguas vernáculas (sin embargo imposibilitados de comprenderse)
Llenos de cosas, carentes de compañía, en lugares repletos de gente. De lenguajes supeditados, recortados, resumidos, tan apurados que ni para las comas ni las tildes hay tiempo, tampoco para hablar ni para verse, a penas para un mensaje, a lo sumo para una llamada perdida que reemplaza ya un encuentro que no pudo ser.
Divididos por naciones, ciudades y casas, pero lo más tétrico es que de lo más mínimo hemos logrado hacer más divisiones, hasta llegar a nuestro propio ser y dividirlo también, vivimos esquizoides: la mente por un lado, el espíritu (a quienes creen que lo tienen) quién sabe dónde, y el cuerpo haciendo algo más.
Será que podremos entender la unidad? Y no hablo de amar al prójimo solo en cuanto en tanto vea en él algún residuo de lo que pudiera ser mi alter ego, o ver en el algo de que lo pueda servirme en algún futuro cercano, emocional o económicamente.
Cómo evitar esta sensación de desasosiego si tendemos al aislamiento casi imperceptiblemente? No por hacer de este espacio un remedio catártico a mis emociones reprimidas, tampoco un desfogue de mis miedos e inseguridades (aunque esos sin temor se dejan entrever en lo que escribo, lo cual tampoco me molesta, me hace percibir como humano ante el lector, cualquiera que este sea, si es que existe).
Este espacio que nada me da, pero me quita (las letras que decido regalar) no ha sido creado para enfurecer, ni para criticar lo que otros hacen con el suyo, sino para sentir que tengo una voz y que puedo aun ser libre en un espacio cercano a mí: mis palabras.
Puedo ver, y casi sin querer hacerlo, cómo actuamos ante las máscaras que vemos y cómo colocamos a diario una más a la nuestra. Pero en qué momento nos volvimos tan duros con nosotros mismos que se nos ha olvidado vivir? Racionalistas consumistas, buscando ser aceptados para aceptarnos. Y en qué momento de la historia olvidamos amarnos? Y no digo sobrevivir pírricos, porque eso hasta un animal lo hace perfecto y no necesita de frases como “amate a ti mismo” para huir o pelear por su vida cada que es necesario, simple instinto de supervivencia, pero el amor esta implícito cuando se procura permanecer con vida y en un buen estado.
Pero por qué dejarnos llevar por todos nuestros instintos, si eso solo nos asemeja a los animales y por que no ir en contra de algunos de ellos, en tanto nos alejen de la naturaleza, que tiende a la destrucción (de nosotros mismos y con respecto al resto) o la simple supervivencia? Por qué querer sobrevivir a costa de los demás? En que momento se volvió una virtud la deshumanización?
6 comentarios:
Bonito escrito...
Me salvé, gracias...
(Tengo la sensación de que tus post crecen con el tiempo. Si otro día vuelvo me parece que lo que ya he leído ocupa más espacio, lo reviso y parece que no ha pasado nada; realmente no sé que es.)
Siempre he tenido conflictos con la idea de lo humano, por una parte no está definido, y nos usamos a nosotros como parámetro en el que tal definición debería cambiar constantemente. Si nosotros somos lo humano y, por otra parte, no está definido, todo lo que hagamos será humano.
Pero parece que hay una definición vaga, con la que estamos en constante contradicción, bajo la que por un número considerable de actos que realizamos no podemos nombrarnos humanos.
En este caso no hay un innatismo de lo humano, es más una práctica; no se nace humano como un perro nace perro. Pero para ello, el problema de la desdefinición desdefine también nuestra práctica ¿qué legitima una práctica bajo el nombre de lo humana cuando se carece de un concepto aceptable? ¿Cómo pretender usar el adjetivo de forma no contradictoria?
Se puede plantear, también, que no es definible, pero en dado caso, como no comunicable bajo algún lenguaje se vuelve un concepto vacío (se trivializa), y es igual, por lo tanto, para deshumanizar. No sé, me parece que siempre nos será difícil marcar los parámetros para este problema.
Venganza: (si, los voy editando a algunos, eres muy observador) tus comentarios siempre tan profundos, nunca dejas de ser interesante. Es cierto lo que dices, pero si me perdiera en todo lo que realmente no podemos deifinir nunca pudiera escribir acerca de algo, porque realmente la terminologia de lo que respecta a lo humano es muy relativo, como todo lo que queramos hacer que encaje en el lenguaje, que al fin, lo termina supeditando. De acuerdo tambien con que no nacemos humanos, creo que debemos ganarlo. Gracias por tus visitas
Un paso más en la evolución, un refinamiento adicional. La cercanía geográfica ya es accesoria, anecdótica. La cercanía que importa es la mental.
¿Con quién compartiré, con el vecino, separado apenas por un tabique pero que me inspira total rechazo hasta el punto de que evito si puedo coincidir con él en el ascensor? No, mejor con alguien, aunque lejano, cuya mente me atraiga.
En el principio era la unidad. A medida que evolucionamos estamos cada vez más divididos. Nuestro cerebro está dividido en dos hemisferios, nuestra mente lo está en múltiples impulsos contradictorios.
La hominización es un proceso de separación de la naturaleza. ¿Somos los últimos humanos? ¿Los precursores acaso de una nueva especie?
vivimos esquizoides: la mente por un lado, el espíritu (a quienes creen que lo tienen) quién sabe dónde, y el cuerpo haciendo algo más
esto es el automatismo
nos consume y nos alimenta
Excelente post! efectivamente el sujeto ha sido empujado por la posmodernidad a ser absorbido por sus gadgets que no hacen mas que alejarlo mas de si mismo, transformando asi de poco a poco una sociedad que no deja de querer mas y mas tecnologia, llenar todo hueco que le resulte intolerable, pero cada vez deseando menos.
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